El ácido fólico es la forma
sintética de la folacina o vitamina B9, presente en muchos alimentos aunque es
particularmente abundante en frutas, vegetales y cereales. Se absorbe en
duodeno y entre otras actividades metabólicas, participa en la hematopoyesis,
en la síntesis de neurotransmisores y en la síntesis y reparación de ácidos
nucleicos y, por tanto, en la división celular. (Wien et al., 2012, Fabre et
al., 2014).
Se ha relacionado el déficit de
ácido fólico (Cabré,2010) con anemia, anorexia, cáncer, enfermedades
cardiovasculares y demencia, pero es en los tejidos de rápido crecimiento en
donde su defecto puede ser más evidente, como ocurre en procesos morfogenéticos
que culminan con la fusión de pliegues o membranas. Los ejemplos más significativos,
por la evidencia y trascendencia de su alteración, son la formación del tubo
neural, el cierre de los neuroporos o la fusión de las dos mitades del
paladar.
Es, por tanto, conocido que la
deficiencia en la ingesta de folatos aumenta la probabilidad de malformaciones:
espina bífida, paladar hendido y labio leporino, anencefalia… pero, además, niveles
séricos bajos de folatos están presentes en casos de infertilidad, prematuridad
y abortos repetidos.
El ácido fólico es también
necesario en la vía metabólica de la homocisteína, que puede acumularse en caso
de deficiencia de B9. La elevación de
este aminoácido es neurotóxica (demencia, deficiencia de funciones cognitivas)
y se ha relacionado con enfermedades cardiovasculares.
Un poco de historia
Aunque los defectos nutricionales
se han vinculado hace tiempo con problemas gestacionales y malformaciones
congénitas, no es hasta 1965 con los trabajos de Hibbard y Smithells cuando se relaciona de una manera específica
el déficit de ácido fólico con embriopatías. A lo largo de su trayectoria
investigadora, Smithells llega a reportar la efectividad de los suplementos con
ácido fólico en la prevención de los defectos de cierre del tubo neural (DTN) (Ordóñez
and Suárez-Obando, 2013)
Un macroestudio clínico de 1981
auspiciado por el Medical Research
Council, del Reino Unido entre mujeres con antecedentes de embarazos con DTN
demuestra, según refiere Ordóñez una reducción del 71% en la recurrencia de DTN
entre las embarazadas que habían tomado un suplemento de folatos en el período
previo al embarazo.
Los efectos beneficiosos
Hoy día no existe ninguna duda
acerca del beneficio de los folatos en
la gestación, sobre todo en el período temprano del desarrollo, cuando
tiene lugar justamente la formación del tubo neural, su cierre y el
consiguiente incremento en el tamaño de las vesículas cerebrales. Por lo cual, tras
numerosas evidencias y trabajos que lo apoyan, se aconseja suplementar la dieta
con ácido fólico en todo el período periconcepcional.
Sin embargo en nuestro entorno solo
una de cada cuatro gestaciones se planifica convenientemente (Martinez-Frías,
2007; Fabre et al, 2014) y, con
frecuencia, la administración de folatos puede llegar tarde para que constituya
una eficaz prevención de los DTN. No es
extraño que una mujer se plantee hacerse pruebas del embarazo una o dos semanas
después de la primera “falta”, cuando ya debería estar cerrando el tubo neural:
Recordemos que la neurulación ocurre entre los días 18 y 22 y el cierre de los
neuroporos una semana más tarde.
Estados Unidos y otros muchos
países han incluido en su normativa alimentaria el refuerzo con ácido fólico de
las harinas, para garantizar que existan ya
unos niveles más adecuados de folato si se presenta un embarazo no
previsto. Aunque este tipo de intervenciones no se ha instaurado aún en la
Unión Europea (Fabre et al, 2014), la comunidad científica está en general de
acuerdo en la necesidad de suplementar la dieta con ácido fólico en las mujeres
en edad fértil que desean tener hijos. Informes más recientes (Martinez-Frías, 2010) abundan en los beneficios de estos
suplementos cuando son tomados por ambos progenitores, preferentemente desde dos
meses antes de la fecundación. La mujer debería mantener ese refuerzo de
folatos hasta, al menos, 12 semanas después de la concepción. Generalmente se
aconseja la ingesta de 0,4 mg/día en
todo ese período periconcepcional aunque, en casos de antecedentes de
malformaciones puede incrementarse
notablemente esa dosis.
¿Puedo tomar todo el ácido fólico que quiera?
Los folatos que provienen de
suplementos incorporados a los alimentos no parecen ofrecer inconveniente
alguno, sin embargo el ácido fólico
suplementado en exceso podría llevar a niveles elevados de folatos no
metabolizados en sangre con efectos adversos.
Martínez-Frías (2007) señala que muchas de las mujeres que toman suplemento
de ácido fólico lo hacen en cantidades hasta 20 veces superiores a las
recomendadas.
El exceso de folatos se ha relacionado,
por ejemplo, con una mayor frecuencia de embarazos gemelares, aumento de la
resistencia a la insulina y aumento de adiposidad en la descendencia. Al margen
de la gestación, el exceso de ácido fólico puede enmascarar una deficiencia de
vitamina B12 (Smith et al. 2008) especialmente en ancianos con mala absorción
de B12, o en personas que siguen dietas exclusivamente vegetarianas. Se discute también su efecto sobre la
incidencia de cáncer colorrectal y de próstata. En estos casos parece ser que
la dieta rica en folatos naturales tiene un efecto protector contra el cáncer, pero
dosis superiores a 1 mg al día pueden resultar dañinas. Resultados semejantes e
igualmente ambiguos se han reportado con relación a trastornos del espectro
autista (Wien et al.; 2014)
En conclusión, el ácido fólico
ofrece más beneficios que perjuicios en cualquier época de la vida, pero
especialmente en la etapa temprana de desarrollo embrionario, por lo que debe
tomarse en cuanto el embarazo es una posibilidad o cuanto antes si no se ha
previsto. Fuera de la gestación pero durante la época fértil de una mujer sería
aconsejable tomar alimentos ricos o enriquecidos con folatos pero no parece
necesaria la ingesta sistemática de suplementos extraordinarios. En cualquier
caso y salvo prescripción en contra (generalmente por antecedentes de DTN), no se
debería sobrepasar la dosis recomendada de 0,4 mg/día.
Autor: Dr. Pedro Gabriel Martín Villamor. Profesor Titular de la Universidad de Valladolid.
Referencias
Autor: Dr. Pedro Gabriel Martín Villamor. Profesor Titular de la Universidad de Valladolid.
Referencias
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Martínez-Frías,
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Gracias por toda la info. Bajo mi experiencia he de decir que no llegué a tiempo para tomar suplementos de ácido fólico durante el embarazo, pero me lo recomendaron en la etapa de lactancia y la verdad es que me apotró amplios beneficios. Yo también lo recomiendo.
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