Los
Adolescentes y su sexualidad han preocupado a la sociedad occidental, en
especial a sus adultos, desde principios del siglo XX, cuando comienzan a ser
pensados y visualizados como "problemas".
Los discursos que sobre ambos universos circulan en la sociedad, responden a lógicas de sujeción y control que han permitido construir ambas categorías desde la estigmatización. Frente a ello y acompañando tal proceso, las ciencias en general, las han tomado como objeto de análisis, y la antropología aplicada a las ciencias de la Enfermería ha jugado un papel precursor señalando el carácter construido de las mismas. A los fines de conocer de cerca a los adolescentes, resulta interesante, reconocer los estigmas aplicados a los adolescentes y a su sexualidad, refiriendo diferencias generacionales en su tratamiento.
Los discursos que sobre ambos universos circulan en la sociedad, responden a lógicas de sujeción y control que han permitido construir ambas categorías desde la estigmatización. Frente a ello y acompañando tal proceso, las ciencias en general, las han tomado como objeto de análisis, y la antropología aplicada a las ciencias de la Enfermería ha jugado un papel precursor señalando el carácter construido de las mismas. A los fines de conocer de cerca a los adolescentes, resulta interesante, reconocer los estigmas aplicados a los adolescentes y a su sexualidad, refiriendo diferencias generacionales en su tratamiento.
Sin
proponérmelo, mientras comenzaba a introducir los primeros comentarios
referentes a los adolescentes, al tipear ―Adolescentes, clickée el mouse y
aparecieron sinónimos: nuevos, frescos, recientes… Me quedé mirando estas
palabras que emergían en la pantalla y un montón de ideas comenzaron a
movilizarme: ¿Qué es lo "nuevo" en los Adolescentes?, ¿es reciente la
juventud?, ¿por qué "fresco" como adjetivo para describirlo o calificarlo?... Vuelvo
a comentar aquí el proceso producido durante el siglo XX de emergencia de los Adolescentes
como grupo social diferenciado; el mismo ha sido exhaustivamente descripto por
numerosos sociólogos, historiadores y antropólogos (Ariès, 1962; Hobsbawn,
1994; Feixa, 1996; Calazans, 2000), quienes explicaron las lógicas burguesas y
de mercado que posibilitaron la emergencia de ―la adolescencia y de la idea de "moratoria social” asociada a la misma.
Una
aproximación desde la Enfermería transcultural es a través de la Antropología.
La relación entre antropología y edad puede abordarse desde tres perspectivas
básicas: (Keith, 1980 citado por Feixa, 1996): La edad en las ciencias
sociales, trata de indagar el papel asignado a las agrupaciones basadas en la
edad en la historia de la disciplina, fundamentalmente a partir de la
comparación intercultural; La antropología de las edades trata de realizar
estudios sobre grupos de edad específicos en distintas sociedades, lo que
conduce a aproximaciones de tipo esencialmente etnográfico y holístico; La antropología
de la edad, posibilita la existencia de las distintas generaciones: Generación
alude a las condiciones históricas, políticas, sociales, tecnológicas y
culturales de la época en que una nueva cohorte se incorpora a la sociedad.
Cada generación se socializa en la época en que le toca nacer y vivir:
internaliza los códigos de su tiempo y da cuenta del momento social y cultural
en que cada cohorte ingresa a un sector social determinado (Margulis, 2001:
42).
La
aparición de los Adolescentes en el escenario social de las sociedades
modernas, como un grupo al cual se le adscriben roles, funciones, acciones y
significados, se ve acompañada de determinados estereotipos que han creado
sobre ellos un estigma (el cual muchas veces han sabido convertir en emblema).
Su referencia como generación, implica reconocer que los Adolescentes se han
construido en relación a los ―adultos de sus sociedades y culturas a través de
la oposición, el enfrentamiento y también mediante el consenso (Balandier,
1975; Leach, 1989; Willis, 1988; Elías, 1998; Chaves, 2007), sin perder de
vista que:
Las
características de cada edad se definen en el marco de relaciones de poder con
las otras, constituyéndose así un sistema complejo en el que los diversos
grupos sostienen vínculos de complementariedad y conflicto pues está en juego
el acceso a recursos. Cómo es la juventud en una sociedad no puede definirse
independientemente de cómo se configura la adultez en esa misma sociedad. En
torno a cada una de estas edades “sociales” se construye un sistema de
prácticas y representaciones que involucra roles, expectativas, experiencias y
actividades adecuadas, e instituciones encargadas de controlar, normalizar o
eliminar las desviaciones a las
mismas. En el caso de los jóvenes estas instituciones suelen estar controladas
por los adultos (Adazko, 2005:39).
Desde esas tensiones, surgen rótulos estigmatizantes
hacia los Adolescentes, los ―adultos producen discursos que circulan en la
sociedad en general, y en los medios de comunicación en particular; el Adolescente es presentado como un ser
inseguro de sí mismo y de los demás, se legitima la intervención sobre su vida,
para mostrarle el camino, para hacer por él, enfrentándolo a un modelo de
adulto dueño de sí mismo, es decir seguro, cumplidor de las normas, la sociedad
encuentra en la juventud el espacio social donde depositar al enemigo interno
Los estigmas aplicados a los jóvenes devienen de
diferentes ámbitos y discursos, que se complementan en la negación y
negativización de los jóvenes. Sostiene que la juventud está signada por «el
gran no», es negada (modelo jurídico) o negativizada (modelo represivo), se le
niega existencia como sujeto total (en transición, incompleto, ni niño ni
adulto) o se negativizan sus prácticas (juventud problema, joven desviado,
tribu juvenil) y entre las diferentes formaciones discursivas y
representaciones tratadas por la autora, se interpreta que las miradas
hegemónicas sobre la juventud latinoamericana responden a los modelos jurídico
y represivo del poder.
Los
modos de represión y silenciamiento de los Adolescentes, implican a su vez, su
reconocimiento como actores sociales, cuestión que se produce en el periodo de
posguerra del siglo XX y emerge abruptamente en las décadas del 60´ y 70´,
cuando los Adolescentes aparecen en todo el globo embanderados en fuertes
proclamas políticas e ideológicas, irrumpiendo en el escenario social,
discutiendo el rol que se les había asignado y recreando a través de su música,
estilos, consumos y prácticas sexuales, nuevas maneras de ―ser Adolescente.
Así, durante el siglo XX, las diferentes manifestaciones realizadas por los adolescentes
se constituyeron en objeto de análisis de la antropología, que en diferentes
etapas y contextos, por medio de aproximaciones etnográficas y estudios
culturales, buscará conocer características y particularidades de esos adolescentes.
En este fragmento de la lectura es propio repensarnos en base a todos los
estudios realizados acerca de los adolescentes y su sexualidad, ¡Realmente que
tan significativos han sido en sus resultados? Responden a su verdadera
percepción? Estamos cerca de responder su repuestas en la sexualidad? Que tan
cerca estamos en conocerlos? Corresponde a las Ciencias sociales, dar repuestas
a estos señalamientos, soy parte de las ciencias de allí mi inquietud a ser
aplicadas a las ciencias de la enfermería en busca de conocer de los
adolescentes su sexualidad.
En nuestro país, el estigma y la
negativización se han constituido en diversas formas de negación de los adolescentes,
que no se efectuó sólo en discursos, sino también en acciones, mediante la toma
de medidas políticas en algunos casos (sean estas represivas o no) o de su
ausencia en otros. Esta serie de acciones y discursos activados por los
―adultos a cargo en general, y por el Estado en particular, produjo un
alejamiento y expulsión de los grupos jóvenes que fue desarrollándose durante
la segunda mitad del siglo XX y hemos sistematizado en tres momentos:
En un primer momento, desde mediados de los sesenta,
hasta parte de los ochenta, los jóvenes fueron designados como ― “subversivos”.
Sus ideas y proclamas políticas eran demonizadas por no ser funcionales a los
intereses del sistema político implantado en el territorio..
El segundo momento, el cual se inicia en los noventa y
se profundiza durante los años que rondaron la crisis de 2001, se caracterizó
por la ―expulsión al viejo mundo. Se instala en nuestro país la idea de que
los adolescentes no tienen oportunidades económicas y profesionales certeras en
el territorio nacional y comienza una migración de nietos a la tierra de sus
abuelos: considerados como ―mano de obra barata, ―sudacas, inmigrantes en sus
territorios originarios. Irán a hacer allá lo que sus abuelos vinieron a hacer
aquí hace más de ochenta años. Esto no con vistas de buscar nuevos horizontes,
conocer otras culturas y modos de vida, sino con la idea de vivir ―un poco
menos peor, ―hacer plata, ―poder vivir (porque ―acá no se puede), en
síntesis, ―ir a hacerse la Europa. Se da entonces una migración de Adolescentes,
caracterizada a veces por la ―estacionalidad, que permite ir y venir sin
que el desarraigo sea completo. La migración territorial no es abrupta y
definitiva, como lo fue en el mundo de posguerra, sino que es más flexible y
aleatoria.
Este
proceso se dio especialmente entre los jóvenes de sectores medios, pero en la
misma década, los jóvenes de sectores de pobreza estructural de nuestra
sociedad, experimentaron otros procesos, como la exclusión del mercado de
trabajo y del ámbito educativo, y el incremento de la vulnerabilidad en su día
a día. Los datos presentados por el INE en el año 2001 mostraban que sobre 9
millones de jóvenes de entre 15 y 29 años de edad: el 39, 9 % asistía a un establecimiento
de educación formal, el 56,5 % era parte de la población económicamente activa
(de ellos 578.000 jóvenes estudiaban y trabajaba y casi 2. 469.076 solo
trabajaban) y el 44,0 % poseía cobertura médica. En términos generales, más de
la mitad de la población joven trabajaba y no accedía a educación formal y
cobertura de salud (Fuente: INE 2001)
En el tercer momento, que estamos transitando, el
escenario presentado a nivel mundial se ha caracterizado como ―lo líquido e
inestable (Baunman, 1999, 2007), lo in- incentivable, los pibes del 2000:
―cyber boys, ―anómicos, a quienes según los adultos ―nada les motiva, ―no
saben y no pueden resolver. De esa percepción, se impone la idea de que los adolescentes
son seres triviales, centrados en el consumo de estéticas y tecnologías y que
no tendrían nada importante que decir ni aportar a la sociedad. En esta
coyuntura, la confrontación entre las generaciones parece adquirir la forma de
la incomprensión. Incluido en este proceso, emergen las denominadas ―tribus
urbanas; tanto en los discursos académicos como en los mass media (Feixa,
1996; Margulis 1997).
Parece
ser que si bien los adolescentes habitan las urbes no son civitas, en
esa concepción subyace un modelo de análisis y designación del otro aún latente,
presto a ser activado: ―esta visión contiene una fuerte carga evolucionista (…)
y remite los agrupamientos juveniles a un tipo de organización social de
―menor valor en el ―desarrollo de las sociedades ya que la tribu es en el
imaginario hegemónico la organización de los salvajes y los bárbaros. Por lo
tanto los adolescentes quedan vinculados a ―esos estadios previos de la
civilización, el antepasado primitivo. Nuevamente los adolescentes son vistos
como seres no completos, en proceso de ser, y estas representaciones se
articulan maravillosamente en el sentido común (no en su autor original) al
discurso del adolescentes como individuo peligroso, a la mirada desde la
patología social y el pánico moral. Civilización o barbarie (Chaves, 2005:42).
Estas designaciones hacia los jóvenes, ―bandas” en
los 50´, 60´, 70´ y “tribus” contemporáneamente, denotan que los adolescentes
fueron/eran/son funcionales a la civilización (o al sistema) pero nunca han
sido ―civilizados, ya que este adjetivo corresponde al hombre blanco,
occidental y adulto. ¿No han sido acaso la adolescencia y la juventud un producto
de ese ser ―civilizado?.
Esta representación de los jóvenes,
por lo que aún no son, se explica en parte a partir de la idea de moratoria
social. La misma se vincula con la necesidad de ampliar el período de
aprendizaje, y refiere, sobre todo, a la condición de estudiante. Se la piensa
como una etapa que media entre la maduración física y la madurez social, y no
alcanza a la totalidad de la población de cierta edad sino que remite a las
clases medias y altas, cuyos hijos realizan estudios de nivel medio primero y
de educación superior. Además, la moratoria implica una postergación del
matrimonio y del ingreso en la actividad económica, asociándosela con una definición
implícita de juventud, que tiene su límite superior o techo en la etapa en que
la que se cumple con otros mandatos sociales: formar un hogar, obtener ingresos
económicos propios, casarse e iniciar una nueva familia.
De lo dicho se desprende que ― tan cerca
estamos de conocer a los adolescentes y su sexualidad‖ es un concepto que
excluye de la condición de juventud a un gran número de adolescentes, a
aquellos que económicamente no poseen las características descriptas y que
tampoco, en el plano de los signos, responden a la imagen que se intenta
imponer como símbolo de juventud en la sociedad. Los estudios a los
adolescentes y sexualidad ocupan cada día más a los investigadores, a donde
dirigir los estudios, para poderlos conocer: mi propuesta está en los estudios
etnográficos, los grupos focales.. Entonces, contrario a preguntarnos ¿quién tiene el
saber sobre la sexualidad?, intentaremos comprender la dinámica y
relaciones existentes entre los distintos saberes:
-―el saber de los y las adolescentes.
-―el saber de los adultos sobre
la sexualidad
-―el saber que se produce y
circula en las instituciones y en las políticas (escuelas, familias, iglesias,
servicios de salud y Estado).
-―el saber que se trasmite en los
medios de comunicación
Vamos, por tanto, dar cuenta de
los espacios, instancias y modos, en los que la sexualidad de los Adolescentes
es considerada socialmente, vinculando estas cuestiones con la concepción,
regulación y tratamiento de la misma en las políticas públicas y en las instituciones.
El abordaje, la sexualidad en los adolescentes de los
Adolescentes han sido negativizados por la sociedad. Los discursos modernos que
refieren a la sexualidad no son represivos en si mismos, sino que son
intencionales y polifónicos, en el sentido de que en todos lados, en
múltiples espacios, instituciones y grupos sociales, se remite a ellos. Al
referirse a la sexualidad, el discurso suele darse de un modo tácito,
intersticial y homogeneizante,asignándoles significados acordes a la reproducción del orden socioeconómico. Desde la modernidad, no se ha evitado
hablar de sexualidad, sino que se ha dicho mucho y no inocentemente:
Todo a lo largo del siglo XIX, el
sexo parece inscribirse en dos registros de saber muy distintos: una biología
de la reproducción que se desarrolló de modo continuo según una normatividad
científica general, y una medicina de sexo que obedeció reglas muy distintas de
formación. Entre ambas, ningún intercambio real, ninguna estructuración
recíproca; la primera, en relación con la otra, no desempeñó sino el papel de
una garantía lejana, y muy ficticia: una caución global que servía de pretexto
para que los obstáculos morales, las opciones económicas o políticas, los
miedos tradicionales pudieran reescribirse en un vocabulario de consonancia
científica. Todo ocurriría como si una fundamental resistencia se hubiera
opuesto a que se propusiera un discurso de forma racional sobre el sexo humano,
sus correlaciones y sus efectos. Semejante desnivelación sería el signo de que
en ese género de discursos no se trataba de decir la verdad, sino sólo de
impedir que ésta se produjese (Foucault, 2008:55).
La ciencia ha tenido un rol destacado en la producción
de discursos sobre sexualidad. Desde las ciencias sociales se han generado
diversos abordajes de la misma; encontramos tanto enfoques universalistas como
particularistas, algunas explicaciones históricas y otras orientadas a
comprender las diferencias sociohistóricas en la sexualidad de los distintos
grupos humanos.
Las diferencias entre el modo en que occidente ha
pretendido regular la sexualidad de los adolescentes y las características de
este proceso en otras culturas. En numerosos grupos sociales lo que ha
caracterizado a los grupos de edad considerados ― adolescentes es la
activación de las funciones productivas y reproductivas. Cuando el desarrollo
del individuo indicaba que el adolescente estaba en condiciones de procrear y
reproducirse, debía demostrar que podía producir los medios para su existencia,
aprendiendo las labores y habilidades correspondientes. En ese período estaban
permitidos los actos sexuales y la diversión, los cuales también se
consideraban instructivos para poder conformar y sostener una familia. En
occidente en cambio, durante la modernidad, la moratoria social desliga al
adolescentes de sus funciones productivas, pretendiéndose también que el mismo
se demore en sus funciones reproductivas. El hombre adulto del siglo XX ha
podido dilatar su reproducción por medio de la anticoncepción, pretendiendo que
también los adolescentes retarden la manifestación de sus relaciones afectivas
y la experimentación del placer. Se le ha pedido al joven que espere para
comenzar a tener relaciones sexuales a ―ser mayor, ―hasta el matrimonio, a
―estar convencido, etc. Sobre todo en los sectores medios y altos, la
improductividad económica se pretende que vaya acompañada de una demora en la
experimentación de la sexualidad y sobre todo (y lo más importante) de la
reproducción.
Trastocar este precepto podría conducir a la
―obturación del proyecto de vida deseado o esperado, al menos del de los
adultos a cargo, vulnerando la moral de la sociedad. En ese sentido, Michel
Foucault, en ―El uso de los placeres” (1984), ha definido al ―código
moral, como un proceso mediante el cual se instaurarán en la sociedad una serie
de obstáculos morales que contribuyen a la conformación de la moral de
una sociedad que regulará los discursos y las prácticas sobre sexualidad, que
está presente en todos los ámbitos de la vida y es el fundamento de muchos de
ellos. En todas las sociedades la sexualidad es y está en las relaciones
sociales, en la economía, en las creencias, en las instituciones, y es
fundamento de la política. La sexualidad es elemento organizador y núcleo de la
identidad de grupos que se constituyen en torno suyo, como los géneros. El
género hace referencia a un proceso histórico que involucra al cuerpo, y no a
un conjunto fijo de determinantes biológicos, es una práctica social que
refiere a los cuerpos, pero no se reduce a los mismos. En este sentido, el
género como práctica social, responde a situaciones particulares y se genera
dentro de estructuras definidas de relaciones sociales, en donde las relaciones
entre personas y grupos organizados en el escenario reproductivo, forman una de
las estructuras principales de todas las sociedades (Conell, 1997) .
Si bien, tal como se ha referido, la sexualidad ha
sido regulada en todo tiempo y lugar, será en la época victoriana cuando los
dispositivos de ―control sobre la sexualidad se instauren en las instituciones:
Todavía a comienzos del siglo XVII
era moneda corriente, se dice, cierta franqueza. Las prácticas no buscaban el
secreto, las palabras se decían sin excesiva reticencia, y las cosas sin
demasiado disfraz; se tenía una tolerante familiaridad con lo ilícito. Los
códigos de lo grosero, de lo obsceno y de lo indecente, si se los compara con
los del siglo XIX, eran muy laxos. Gestos directos, discursos sin vergüenza,
transgresiones visibles, anatomías exhibidas y fácilmente entremezcladas, niños
desvergonzados vagabundeando sin molestia ni escándalo entre las risas de los
adultos: los cuerpos se pavoneaban. A ese tiempo luminoso habría seguido un
rápido crepúsculo hasta llegar a las noches monótonas de la burguesía
victoriana. Entonces la sexualidad es cuidadosamente encerrada. (Foucault,
1976:9).
De esta manera en occidente se encierran los modos de
experimentar la sexualidad, regulándolos a través de tres grandes instituciones:
Familia, Iglesia y Estado, y no en los adolescentes, de allí, la moratoria
social en conocerlos desde la sexualidad. La investigación se centrara en la
idea mostrada en esta lectura.
Palabras claves: Adolescentes,
Sexualidad, Enfermería Transcultural
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